Primero, el despertador dinamita el silencio y el olvido.
Justo al apagarlo, viene la pregunta con ruido de percutor, ametrallando la duermevela: "¿Por que...?"
¿Por qué tengo que ir al trabajo? ¿Por qué no puedo quedarme en la cama? ¿Por qué tienen que ser las cosas así? ¿Por qué no pueden ser distintas?...
Pero las manos amorosas de mamá responsabilidad me empujan fuera de las sábanas, al frío exterior, confirmando socarrona que, cosas de la vida, el misterio del mundo no se resuelve perreando a oscuras.
Como Garfield, odio los lunes... (y los martes, los miércoles, los jueves...)
Odio, odio mucho el aire frío del dormitorio al levantarme...
Y, sobre todo, odio, odio, odio las fechas de entrega cercanas y acercándose...
Justo al apagarlo, viene la pregunta con ruido de percutor, ametrallando la duermevela: "¿Por que...?"
¿Por qué tengo que ir al trabajo? ¿Por qué no puedo quedarme en la cama? ¿Por qué tienen que ser las cosas así? ¿Por qué no pueden ser distintas?...
Pero las manos amorosas de mamá responsabilidad me empujan fuera de las sábanas, al frío exterior, confirmando socarrona que, cosas de la vida, el misterio del mundo no se resuelve perreando a oscuras.
Como Garfield, odio los lunes... (y los martes, los miércoles, los jueves...)
Odio, odio mucho el aire frío del dormitorio al levantarme...
Y, sobre todo, odio, odio, odio las fechas de entrega cercanas y acercándose...
1 comentario:
Ahora lo comprendo. El argumento es casi irrebatible y la única receta que se me ocurre es el sentido del humor para superarla.
¿Qué quiero decir?. Si te quedaras en la cama no podrías ver este mensaje ni pinchar este vínculo
http://it.youtube.com/watch?v=2ga6f_bVvOw
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