lunes, 30 de noviembre de 2009

Digestión

Por compromiso. Por hambre. Por ansia. Por curiosidad. Por gula. Por imitación. Por que va a ser bueno para mi. Por una apuesta. Porque sí.

Por desgracia y en más de una ocasión, a todo el mundo le toca comer algo que no le va a sentar bien a su estómago. Puedes sospecharlo desde el primer mordisco o descubrirlo por sorpresa una madrugada en casa ajena.

Brocoli. "El vegetal más mortífero de la Tierra. Hasta trata de advertirnos con su horrible sabor"

Puede ser porque la comida era demasiado pesada, porque los alimentos están en mal estado, porque no has masticado lo suficiente, porque has comido más de lo que debías, por mezclar ingredientes incompatibles, o porque, simple y llanamente, la vida es así y te toca dolor de barriga.

A partir de ahí, es tu digestión contra los elementos.

Seguro que no hace falta que te lo diga, pero la importancia de digerir lo mejor posible lo que, por unas razones u otras, te cae entre pecho y espalda es fundamental. Dolor, gases, retortijones, diarrea, vómitos, inapetencia, fiebre... Una mala digestión puede condicionarte el resto de actividades cotidianas en aspectos que fácilmente trascienden los efectos físicos. Y lo sabes también: trata de tomarte un café con la guapa de la oficina, de dormir con tranquilidad, de alejarte del baño más de 15 metros, de subirte en un ascensor...

Por eso, cuando no te queda otra que masticar lo que te ha caído en el plato, tienes que tratar de hacer una buena digestión.

Hoy he terminado por fin con el menú especial del examen. Ya te sabes la historia. Lo pedí por gusto, porque me gustaba la pinta que tenía la comida en la foto de la carta y por la promesa de una sobremesa llena de tranquilidad vital y placeres para el paladar. "Además es muy sano", me decía a mi mismo.

El primer plato fue un revuelto de apuntes y bibliotecas. Un calvario, porque el salteado de dedicación, sinsabores y renuncias no resultaba fácil de masticar y se me hizo demasiado largo e ingrato. Estaba soso y no se distinguía un bocado de otro. Mientras, a mi alrededor la gente se relamía con sus variadas y sabrosas guarniciones masticadas con todo el tiempo libre del mundo. ¡Qué envidia se pasa cuando optas por comer lo que le conviene a tu cuerpo!

El segundo fue un filete a la plancha de examen. Estaba duro y seco. Me duró muy poco y además fue bastante difícil de tragar, porque las prisas y el calor no me dejaron saborearlo como es debido. Entre el masticar atropellado del momento y el regusto amargo que se me quedó en el paladar no fui capaz de disfrutarlo. Aunque ahora creo que es mejor así, porque me parece que el plato era bastante peor de lo que me pareció en aquel momento, con la euforia del hambre satisfecha.

El postre sí fue magnífico: mañana relajada con virutas de sueño profundo y cielo azul. Lo malo es que me duró poco, porque lo pillé con ganas y me trajeron la cuenta enseguida. El restaurante quería cerrar pronto.

Ahora que el cargo en la tarjeta se ha confirmado, ahora que los resultados del examen son definitivos y son un palo en mi cuenta, no puedo evitar el mal sabor de boca que me ha dejado esta comida. Tan claro es ese regusto a decepción e impotencia que me hace temer una mala digestión y un tiempecito en la enfermería. Aún así, me parece que esta vez no va a ser necesario el lavado de estómago ni el antiácido. Quizás esta digestión llegue a ser más pesada de lo normal, pero no me va a doler la tripa ni voy a tener el mal cuerpo que tengo ahora demasiado tiempo.

Y es que tengo el estómago a prueba de bombas. No sé si será cosa familiar, genética, cultural o ambiental, pero creo que puedo digerir cualquier cosa que me caiga en el plato.

Todo lo que puede pasar es que un día de estos tenga que pedirte un poco de bicarbonato... Sólo por si acaso, tú sabes...

domingo, 15 de noviembre de 2009

Semana

Hace justo una semana una voz potente pero con el deje repipi del que se esfuerza en pronunciar todas las eses en Sevilla decía aquello de "Quedan quince minutos".

Hoy parece que ha pasado un mes o dos de aquel momento en el que la cara me ardía, la cabeza quería empezar a dolerme y las manos seguían a duras penas las necesidades de relectura y marcado de respuestas que mi mente dictaba inmisericorde. ¡Qué cortas se hacen tres horas cuando hace mucho tiempo que perdiste la cuenta de las horas dedicadas a prepararte para ese momento!

A partir de ahí, unas horas de euforia intranquila que se disfrazaba con la frase más socorrida de la noche: "Por fin se ha acabado, por fin soy libre". A la mañana siguiente, después de un par de pastillas para la cabeza y unas cuantas horas de sueño profundo, la sensación de liberación triunfaba en un día que acompañaba con un cielo claro y azul, un airecito fresco y un sol agradable de tomar. Lástima que a media mañana saliera la plantilla de respuestas y la esperanza se trocara en decepción.

Y bien amarga que fue. Igual que el paseo de unos metros para comunicar la noticia a quien esperaba con más fuerza y ganas que yo la buena noticia. Y lo mismo con las (pocas) llamadas para decir "Oye, que no he llegado, que me he quedado a 4 respuestas". Qué día más malo, con lo que prometía al amanecer.

La semana ha pasado lentamente, como si respetara mis sentimientos. Y aunque empecé a hacer lo que había esperado retomar durante tanto tiempo, no lo he disfrutado con plenitud. Deporte, lectura, videojuego, descanso, hasta trabajo. Todo vivido con la extraña sensibilidad que tiene el tejido cicatrizal, esa que atenúa las intensidades de los estímulos y transforma la sensación provocada en la piel en algo ni más agradable ni más molesto, en algo distinto.

El factor de curación ha hecho su trabajo. Lo está haciendo. Sólo le hace falta tiempo. Y se lo estoy dando, junto con ese apoyo que tú me has hecho llegar como haces siempre. Y lo noto funcionar en varios niveles, y me dejo curar y recuperar porque quiero seguir adelante.

Que no hay ningún drama en lo que ha pasado, que aún hay remotas posibilidades de que todo cambie, que no hay motivo para bloquearse ni deprimirse, que queda mucho bueno por vivir y disfrutar a la vuelta de la esquina, que hay que buscarse los garbanzos y saborear las cervecitas de mañana y pasado, que hay que estar fuerte para cuando vengan tiempos duros...

Que, recurriéndo al tópico más grande del mundo, hoy es el primer día del resto de mi vida. Y mañana también.



La copla es una tontada, pero la escucho y sonrío. Y te vuelvo a enchufar un video porque es una canción perfecta para este preciso momento. Una patada en el culo para la autocompasión tentadora que me ronda(ba) y un recordatorio de que lo mejor de esto es que ya se ha acabado el sacrificio y que soy libre de nuevo para aprovechar el tiempo en lo que yo quiera.

Un lujazo, ¿a que sí?

sábado, 7 de noviembre de 2009

Haka

Víspera de batalla de nuevo.

El aire es más cálido de lo que debería por esta época del año, pero supongo que es normal cuando te vas a enfrentar contra el Dios Volcán que ha condicionado tu vida y la de tu tribu durante demasiado tiempo ya.

Delante está su ejército de 104 Teh-Mash-Rio, los guerreros de lava del Volcán Ohp-Hosi-Tihon, famosos en estas islas porque queman y reducen las cabezas de sus enemigos a masas chamuscadas y temblorosas. Pocos son los que les han vencido en el pasado y muchos los luchadores que han sucumbido a su despiadado encuentro. Y pocos sobrevivirán al combate de mañana, como ya está escrito.

Mi ánimo es negro. Negras las nubes, negros los recuerdos. Negro veo el futuro y las posibilidades de acabar el día con victoria.

Pero eso no va a detener a mi pequeña tribu de trabajadores y artesanos Ghan-nasks, Memoritikis y Su-hert-udos. Vamos a dar todo lo que tenemos. Y caeremos o nos alzaremos con la cabeza igual de alta y orgullosa. Porque vamos a rescatar al sol de su cautiverio injusto.

Esta negra noche no teno claro si nuestra danza de guerra será más útil para asustar a los adversarios, como pretende, o para infundir la valentía, la confianza y la ferocidad en nuestros corazones normalmente pacíficos. Espero que inspire ese miedo y esa furia a partes iguales

Porque es hora de que el enemigo conozca el terror que le espera. Hermano maorí, es la hora de la Haka. La batalla va a empezar...



Ka mate! Ka mate! Ka ora! Ka ora!
¡Muero! ¡Muero! ¡Vivo! ¡Vivo!
Ka mate! Ka mate! Ka ora! Ka ora!
¡Muero! ¡Muero! ¡Vivo! ¡Vivo!
Tenei te tangata puhuru huru
Este es el hombre peludo*
Nana nei i tiki mai
Que trajo el Sol
Whakawhiti te ra
Y lo hizo brillar de nuevo
A upa....ne! Ka upa...ne!
¡Un paso hacia arriba! ¡Otro paso hacia arriba!
A upane kaupane whiti te ra!
¡Un paso hacia arriba, Otro hacia arriba....el Sol brilla!
Hi!

*NOTA del T: Que dice la wiki, que en la tradición maori, el hombre peludo equivale a hombre valiente. Que no es un autochiste, que no tendría tampoco mucha gracia, aunque por falta de pelo y de valentía nunca he tenido quejas, que todo hay que explicarlo, porque hay gente que se quiere siempre enterar de tó y no deja pasar ni una, leches...

viernes, 6 de noviembre de 2009

Diggin' Deeper

Ya estoy aquí de nuevo. Al final de la temporada. Con los mismos sentimientos que el año pasado, aunque asumiendo que esta vez no estoy pleno de reflejos, ni de fuerzas, ni de esperanza...



After 86 games, there's part of you that wonders if there is anything left.
If you have anything more to give.
But somehow, from somewhere, you find it.
You dig deeper. You have to.
Because if you don't, you go home.

Supongo que acabaré volviendo a casa de un modo u otro, aunque lo que más pesa en los hombros a estas alturas no es la posibilidad del fracaso "académico". No estoy en buena forma esta vez. De nuevo, paladeo el sabor mezclado de nervios, miedo, agobio y angustia por un temario abrumador, pero este año sé que no estoy tan cerca como me sentí entonces.

Aún así, hago mía la afirmación del vídeo: de alguna manera, en algún sitio, pienso encontrar lo que sea que haga falta para darlo todo dentro de dos días. Espero, cavando como estoy, profundizar lo suficiente y llegar a tiempo.

Esta vez me conformo con el subcampeonato y todo... Je...