miércoles, 25 de junio de 2008

¡Victoria!

No se trató de la clamada "vendetta" ni de la gesta épica que nos han intentado vender antes y después del partido. Para mi ha sido mucho mejor.

Ni la sensación de vacío que le tiene que quedar al que orienta su vida en busca de una venganza ni el trunfo que sobrevivirá eternamente en la memoria colectiva de ningún pueblo. Ganamos un partido contra un rival temible, nada más. Y nada menos.

Si tengo que compararlo con algo, para mi se parece muchísimo a la sensación de triunfo que puede tener el chavalito eternamente acosado por matones en el cole, ese que vive constantemente y desde hace tiempo con la amenaza velada de los abusones de turno, esperando por encima de cualquier otra cosa no atraer la atención de los que son más brutos, más crueles, más fuertes, más presumidos y menos civilizados que él. Porque la atención extra de esta manada casi siempre acaba igual, la verdad...

Seamos claros: él nunca ha tenido madera de víctima callada. Las provocaciones son asumibles hasta cierto momento. Y si ese momento llega, se le escapa el pundonor, "el orgullo intentando joderte" que Marcellus Wallance pedía a Butch para beneficio mutuo, los restos de una estirpe pobre y desgraciada pero orgullosa... Y se abre la boca y viene la juerga, claro... Y si hay que darse de empujones, pues se dan. Nobleza obliga.

El final siempre es el mismo, claro. La lógica se impone con la regularidad que se le supone a una parte de la ciencia matemática. Y queda como consuelo en la derrota lo bien que se ha peleado, la treta tramposa del matón de turno o la complicidad parcial de los espectadores que se suponen neutrales. Consuelos que no suponen una victoria, pero la maquillan frente a una conciencia culpable de no asumir su propio lugar en el mundo real. Unas veces más magullado y otras veces más entero, siempre había perdido frente a los matones.

El domingo, por fin, ocurrió lo que otras veces había estado a punto de pasar: despreciando su propia historia, la del rival y las posibles consecuencias, apretó los puños y la mandíbula y dió el paso al frente. La pelea fue larga, complicada y muy parecida a tantas otras en las que se había defendido bien para acabar vencido. Pero en el último momento, con una parte de arte y otra de suerte, conectó dos golpes que el chaval más fuerte y marrullero del colegio no se esperaba... Y supo que por fin había ganado. Y se sintió vindicado. Invencible. Mucho más poderoso que antes. No había perdido con el tío más peligroso del barrio. "Le" había ganado. Así que ésto es lo que se siente, e¿h?

¡¡¡Osti, osti, que me he encontrao un balón!!!... ¡¡¡Pa' mi, pa' mi, jejeje...!!!

¿Y mañana qué? Le da igual. Hoy le da totalmente igual, está disfrutando de un triunfo muy perseguido y sufrido. Probablemente, la moral que hoy tiene le podrá empujar a ser el rey del patio durante una temporada. Y, probablemente, más adelante vuelva a su lugar en esta cadena trófica en miniatura en la que el grande se suele comer al chico. Porque las rachas, lo sabe bien, no duran siempre.

Pero hoy... jejejejeje... que le quiten lo bailao. Además, ha tenido la suerte de vivirlo con su parte de su gente alrededor, compartiendo el orgullo de haber hecho lo que había que hacer, de haber despreciado al enemigo y a las consecuencias y, por esta vez, haber salido triunfante.

Si mañana cae, todo habrá vuelto a su cauce. Pero para siempre le habrá merecido la pena vivir la noche de hoy.

Nota. promera vez desde un cibercafé. Espero que la última, que aquí hace un calor de la leche. Y conste que ha sidoen honor tuyo, que para una vez que me pides algo en persona no me voy a negar. Pero no te acostumbres. Y tú tampoco...

1 comentario:

Cincibastro dijo...

Esta entrada es un clásico! "si hay que dar --empujones-- se dan", "despreciando al enemigo"...toda una recopilación de momentos ya históricos en el subconsciente colectivo.

No veas los suaves que están por aquí los "amigos" del matón derrotado.