lunes, 3 de septiembre de 2007

Cierra los ojos, que voy a cantarte una nana.

NANA PARA ADULTOS
Gloria Fuertes

Nadie nos acuna a los mayores.
Llegan noches cuajadas de silencio,
miedo a la Oscuridad,
tierna regresión y,
nadie nos canta nanas a los mayores.

Aprende a soñar, como yo,
sin que nadie nos acune.
- Duérmete en nana, nene.
Duérmete en nana, nena.
Volveremos a vernos en la otra Orilla.
Será de azúcar la arena.
Volveremos a vernos en la otra Vida
-menos perra-.
Duérmete en nana, nene.
Duérmete en nana, nena.

Sí, ya sé que puede no pegar mucho con la no-temática que gasta este sitio, pero me apetecía compartir contigo una debilidad que he recuperado casi sin querer.

Hoy, mientras que para tí probablemente haya sido un lunes más lunes que otros, yo he vivido una melancólica tarde de domingo, como todas las tardes de domingo pero sin el soniquete del futbol de fondo (con lo que acompaña), gracias a las fiestas locales de CiudadCueva.

Ese hecho, un rato de plancha delante de una película que he visto muchas veces y el sueño indefinido que me está atacando preventivamente a estas horas, me han llevado a fijarme en el lomo de un libro desapercibido. Está fuera de su sitio, porque su sitio ya no está (se me ha partido un armario prefabricado... esas cosas que me pasan a mi de vez en cuando...). Se llama "Libro de Nanas" y es de García Lorca, Gloria Fuertes, Miguel Hernández, Victor Jara, y otros...


El por qué tengo yo este libro es una historia larga (quizá no tanto), y el porqué lo conservo aún es un misterio (aunque de los fáciles).

Porque reconozco que me ponen un poco triste las nanas, ya ves. Implican el final de un día, justo en el momento en el que el día siguiente deja de importar. Además, para mí una nana necesita a la persona que la canta. Y lleva de la mano, por ejemplo, la protección de un padre y la ternura de una madre. Por eso me hacen echar de menos cosas que, en estos raros ratos de introspección, no disfruto como me gustaría: Susurrar en penumbra palabras que tranquilizan al son de un ritmo improvisado y universal, la confianza de quien empieza escuchando derrotado en sueño y acaba durmiéndose tranquilo al arrullo de palabras que se van acomodando en el silencio, la ordenación del caos que supone empezar a soñar nuevamente con una sonrisa, la retirada silenciosa de quien ha asumido la tarea de dormir a alguien querido.

Así que siempre descubro que, en realidad, no me pongo triste realmente con las nanas. Un poco melancólico. Algo impaciente, quizá, pero sólo eso.

Hoy, en este lunes atípico, me ha apetecido cantarte una nana. ¡Ea! Y espero que te haya gustado, aunque seamos tan mayores como para que nadie nos acune ya. Nos vemos en esta vida...

3 comentarios:

Pau dijo...

Y digo yo, desde el cariño de un hermano, que no tiene síndrome postvacacional por la sencilla razón de que no las ha tenido, sin ánimo de ofender, ni de quitar belleza a lo aquí expuesto...como no hace ya bastante sueño, está la cosa como pa que tu te pongas a cantar nanas!!!!

Cincibastro dijo...

Entonces, contaras el origen del libro de nanas y por que lo conservas?

AKA dijo...

A lo mejor en mi próximo ataque moñas durante un lunes que sea fiesta local y que coincida con el decaimiento de la tarde en un sofá delante de un blog en blanco...

...o en cualquier otro momento...