domingo, 12 de abril de 2009

Por bocazas

Zas, en toda la boca.

Justo el día después de presumir con bastante poca humildad de que llevaba dos meses y pico sin perder el tren (a pesar de levantarme antes que las gallinas ponedoras de producción intensiva, esas a las que encienden la luz de madrugada para convencerlas de que ya es de día y empiecen a echarle huevos al asunto), me llegó la preceptiva cura de humildad cuando una azafata soñolienta y aburrida me decía amablemente que "...ese billete tiene fecha de ayer...".

La primera y segunda reacciones de estupefacción y búsqueda frenética han durado muy poco, porque mi cerebro ha reaccionado a la costumbre con aceptación y bochorno. Así que cerré la bolsa y la bocaza,me dí la vuelta y me despedí con un "Buenos días" bajito y correcto (no fuera a escapárseme sin querer la letanía que se repetía en bucle en mi cabeza, esa palabra de dos sílabas con un significado bastante feo y vulgar).

Como ya no tenía sentido volver a casa a por unos papeles inútiles, me he dedicado a rebotar cual pelotilla de squash entre taquillas, mesas de atención el cliente y estancias para personal de cabina del tren, tratando de arreglar un problema de mecánica cuántica. A saber: es algo que se puede solucionar en 3 minutos si te dejan hacerlo a tí (anular un billete, sacar otro), pero que si se intenta solucionar in situ, trabajas 40 minutos para no lograr al final ninguna solución válida. Es pura cuántica: da igual que trastees con el tiempo, el espacio, la energía, los procesos imaginarios y las (nulas) ondas (cerebrales) de los parámetros de partida del experimento...

Acabas incandescente y con amenaza de explosión de partículas. !Ba-da-booom!
"Me tienen ya hasta los orbitales, oiga..."

Al final se ha solucionado como casi todo en esta perra vida: soltando pasta, perdiendo tiempo y rumiando un cabreo. Gajes del oficio de ser humano en occidente, supongo.

El caso es que la anécdota, fuera de la poca (para mi) o mucha (para tí) gracia que pueda tener, viene a confirmar una vez más que está muy feo presumir. O, por lo menos, está muy feo que yo presuma. Porque a esa acción (que no voy a decir que sea del todo inocente, lo reconozco) siempre la sucede una reacción que me da, precisamente, en toda la boca.

Zas.

Algunas de estas veces me ha dado por imaginar que tengo un ángel de la guarda asignado, con atribuciones de agente de la libertad condicional y de protección civil relacionada con mis actos y mi persona.

Y me imagino al pobre diablo (eeeem, es una frase hecha, ¿vale?) en una sala de monitores, reclinado en una silla giratoria y con las alas colgadas del perchero, echando turnos de 18 horas pendiente de mí, tratando de que no me meta en líos ni que la líe parda a mi alrededor con el perjuicio consiguiente que pueda darse en bajas personales y pérdidas materiales. Y, sinceramente, no creo que sea un trabajo fácil ni llevadero. Supongo que es posible que tuviera que escoger entre el paro y yo, y que esté esperando respuesta para su solicitud de cambiarse a guardar a la Winehouse (que por lo menos será más entretenida de proteger...).

El caso es que supongo que, pese a ser un agente del cuerpo de intervención divina, la criatura será aún suficientemente humana para que le lleven los demonios (ejem, tú me entiendes) cuando alguien se quiere atribuir sus méritos, que es justamente lo que intenté hacer yo con el post presumido del otro dia...

Por eso no me habría extrañado nada que hubiese hurdido un plan mefistotélico (jodeeeeer) de venganza, y que trastease los botones precisos para distraerme lo suficiente para confundir los billetes de un día y de otro, y que (cosa impensable en una persona desodenada hasta el caos como yo) no le hiciese caso a ese impulso de comprobar en el último momento la fecha de los billetes que, al fin y al cabo, estaban perfectamente colocados en el sitio de los billetes.

Creo que fue una voz desde mi conciencia interior la que me susurró (creo que con el reverberar de los coros de iglesia o de las megafonías chungas) algo así como "¿Ves como están en su sitio? Tira para la estación, corre, no llegues tarde y estate tranquilo con los billeticos..."
Se descojona, el cabronazo...

Que no digo que no me merezca el escarmiento, que está muy feo presumir y no se debe hacer y todo eso, pero no me parecen formas de ejercer el poder seráfico, la verdad.

Aunque si con ese desahogo se mejora en algo el trabajo del pobretico que se encarga de cuidarme, lo daré por bien empleado. Que me temo que le vienen épocas en las que va a acabar con los cuernos retorcíos (subconsciente, ¡para ya!...) de lo aburrido de mi vida y de la influencia para que me salga todo medio bien.

Que nunca viene mal un ángel de la guarda motivado y cumplidor cuando te metes en jardines laborales y opositoriles, ¿no?...

miércoles, 1 de abril de 2009

Good morning, Vietnam...


Muchos de los trenes que he cogido los dos últimos meses hubieran salido sin mí si no hubiera sido por dos chicas del parking de caravanas dando una vuelta, o porque no hay nada malo en un poco de destrucción.

Las chicas del parque de caravanas preceden al ritmillo saltarín y machacón de "Without me", la canción de Eminem. La referencia al "trouble boy" al que le gusta destruir es el principio de las guitarras y la batería de "The fallen" de los Franz Ferdinanz. Son dos canciones que han hecho más por despertarme y mantenerme despierto durante los dos últimos meses y pico que todos los cafés con leche que pudieran entrar en un estomago a las 5:50 de la mañana.

La rutina es tan sencilla que casi es pretencioso definirla como tal: la alarma del teléfono empieza a sonar bajito y va subiendo volumen y cadencia hasta apenas despertarme. Aprovecho el impulso necesario para pararla buscando a tientas cualquier el botón correcto para, mientras vuelvo inconscientemente hacia la horizontalidad total, coger los auriculares, colocarme uno en una oreja y darle al botón de abajo del Ipod.

Así empieza la reproducción, aleatoria y con un volumen asumible a esas horas, de una lista restringida pero creciente de “canciones despertadoras”, que me evitan el trance de volver a dormirme tan a gustico diez de cada diez veces. No importa que tenga programada una segunda alarma a las 6:05 por un afán de control y seguridad ante tan plausible eventualidad, porque quien se duerme una vez es capaz de dormirse ciento. A mi lo que me despiertan son las canciones...

La música suena directamente en mi oído (el derecho o izquierdo dependiendo de que lado tuviese turno de almohada en ese momento), filtrándose sin remedio en el subconsciente. Cuando la primera canción va por la mitad o está a punto de acabar ya suelo estar de pie, empezando con el ritual mañanero. Se ha hecho el milagro. Lo que pasa después deja de ser relevante, porque supongo que, salvo por el peinado, seguro que se parece bastante a lo que tú haces.

Tiene merito hacer una canción que sea capaz de despertar(me). No todas lo consiguen, desde luego. No es sólo el ritmo, ni la potencia, ni, desde luego, el ruido en crudo que pueda inyectar directamente por el nervio auditivo a un cerebro atascado en la fase REM a esas horas criminales. Debe tener cierto equilibrio general en la mezcla de algunos ingredientes, entre los que destacan especialmente el mensaje de la letra, el ritmo y la contundencia. Y, también y por supuesto, la actitud que se transmita con la voz, que es fundamental a nivel subconsciente.

Supongo que mi cerebro puede estar casi hibernando pero no es tonto, desde luego. Al menos, es lo suficientemente avispadillo para reconocer la canción cuando suena, coger el mensaje general, destilar alguna idea subyacente y dejarse convencer para activar todos los sistemas del cuerpo para un día nuevo. Suena fácil, pero te juro que es todo un reto a una hora demasiado cercana a la noche del día anterior. Supongo que funciona como un incentivo para funcionar. Como un “despertador por convencimiento” cotidiano. Y lo mejor es que, por ahora, me esta funcionando.

No se cuánto me va a durar este ritmo de vida, que me regala una hora y pico diaria de “tiempo fuera del tiempo” a lomos de un tren. Pero como le he perdido la vergüenza a esto de escribir en público con el engendro bicéfalo, creo que te voy a hablar de vez en cuando de las canciones de esta lista de reproducción. Y es que, aunque no te interesen ni lo mas mínimo, creo para tí puede ser curioso de leer (y para mí curioso de contar) por qué están ahí, con el difícil objetivo de reanimar a un moribundo. Porque hay que reconocerles que, a pesar de ser muy distintas entre si y de que no cantan glorias de mi gusto músico-artístico precisamente, tienen un merito compartido extraño y tremendo: llevo dos meses y pico sin perder un tren que sale puntualmente mucho antes de que los días hayan intentado siquiera empezar a amanecer.

Y tú, que me conoces como si me hubieras tenido que esperar a la intemperie más de una vez (ejem, ejem), sabes que es lo más parecido a un milagro cotidiano que vas a tener el privilegio de presenciar en mucho tiempo.

Así que buenos días…

Goooooooood morning, Viet-Nam!!