miércoles, 1 de abril de 2009

Good morning, Vietnam...


Muchos de los trenes que he cogido los dos últimos meses hubieran salido sin mí si no hubiera sido por dos chicas del parking de caravanas dando una vuelta, o porque no hay nada malo en un poco de destrucción.

Las chicas del parque de caravanas preceden al ritmillo saltarín y machacón de "Without me", la canción de Eminem. La referencia al "trouble boy" al que le gusta destruir es el principio de las guitarras y la batería de "The fallen" de los Franz Ferdinanz. Son dos canciones que han hecho más por despertarme y mantenerme despierto durante los dos últimos meses y pico que todos los cafés con leche que pudieran entrar en un estomago a las 5:50 de la mañana.

La rutina es tan sencilla que casi es pretencioso definirla como tal: la alarma del teléfono empieza a sonar bajito y va subiendo volumen y cadencia hasta apenas despertarme. Aprovecho el impulso necesario para pararla buscando a tientas cualquier el botón correcto para, mientras vuelvo inconscientemente hacia la horizontalidad total, coger los auriculares, colocarme uno en una oreja y darle al botón de abajo del Ipod.

Así empieza la reproducción, aleatoria y con un volumen asumible a esas horas, de una lista restringida pero creciente de “canciones despertadoras”, que me evitan el trance de volver a dormirme tan a gustico diez de cada diez veces. No importa que tenga programada una segunda alarma a las 6:05 por un afán de control y seguridad ante tan plausible eventualidad, porque quien se duerme una vez es capaz de dormirse ciento. A mi lo que me despiertan son las canciones...

La música suena directamente en mi oído (el derecho o izquierdo dependiendo de que lado tuviese turno de almohada en ese momento), filtrándose sin remedio en el subconsciente. Cuando la primera canción va por la mitad o está a punto de acabar ya suelo estar de pie, empezando con el ritual mañanero. Se ha hecho el milagro. Lo que pasa después deja de ser relevante, porque supongo que, salvo por el peinado, seguro que se parece bastante a lo que tú haces.

Tiene merito hacer una canción que sea capaz de despertar(me). No todas lo consiguen, desde luego. No es sólo el ritmo, ni la potencia, ni, desde luego, el ruido en crudo que pueda inyectar directamente por el nervio auditivo a un cerebro atascado en la fase REM a esas horas criminales. Debe tener cierto equilibrio general en la mezcla de algunos ingredientes, entre los que destacan especialmente el mensaje de la letra, el ritmo y la contundencia. Y, también y por supuesto, la actitud que se transmita con la voz, que es fundamental a nivel subconsciente.

Supongo que mi cerebro puede estar casi hibernando pero no es tonto, desde luego. Al menos, es lo suficientemente avispadillo para reconocer la canción cuando suena, coger el mensaje general, destilar alguna idea subyacente y dejarse convencer para activar todos los sistemas del cuerpo para un día nuevo. Suena fácil, pero te juro que es todo un reto a una hora demasiado cercana a la noche del día anterior. Supongo que funciona como un incentivo para funcionar. Como un “despertador por convencimiento” cotidiano. Y lo mejor es que, por ahora, me esta funcionando.

No se cuánto me va a durar este ritmo de vida, que me regala una hora y pico diaria de “tiempo fuera del tiempo” a lomos de un tren. Pero como le he perdido la vergüenza a esto de escribir en público con el engendro bicéfalo, creo que te voy a hablar de vez en cuando de las canciones de esta lista de reproducción. Y es que, aunque no te interesen ni lo mas mínimo, creo para tí puede ser curioso de leer (y para mí curioso de contar) por qué están ahí, con el difícil objetivo de reanimar a un moribundo. Porque hay que reconocerles que, a pesar de ser muy distintas entre si y de que no cantan glorias de mi gusto músico-artístico precisamente, tienen un merito compartido extraño y tremendo: llevo dos meses y pico sin perder un tren que sale puntualmente mucho antes de que los días hayan intentado siquiera empezar a amanecer.

Y tú, que me conoces como si me hubieras tenido que esperar a la intemperie más de una vez (ejem, ejem), sabes que es lo más parecido a un milagro cotidiano que vas a tener el privilegio de presenciar en mucho tiempo.

Así que buenos días…

Goooooooood morning, Viet-Nam!!

1 comentario:

Cincibastro dijo...

Pues suena bien esa tecnica...tener un despertador normal que suena, y luego ponerse musica. Desde luego la de que la musica sea el despertador en si, no funciona; bueno sí que funciona pero acabas odiando la cancion que suena.