domingo, 16 de noviembre de 2008

Peluquero

Je. Ironía pura.

Ocurrió el otro día, practicando Ude Kimi Nage con Tatuado.

La técnica es sencilla, efectiva, espectacular y rápida cuando el uke que te toca en suerte tiene suficiente habilidad rodando y resistencia levantándose, como era el caso el otro día. Consiste en una proyección hacia delante del compañero aprovechando que se ha bloqueado el codo previamente, y aprovechando la inercia y dirección del ataque (que en esta ocasión era chudan tsuki, puñetazo al estómago).

Básicamente explicado, lo que hay que hacer es esperar el ataque, absorber el golpe mientras se esquiva por fuera llevando la mano de uke controlada y girar su muñeca hacia adelante mientras se hace un taisabaki de 180 grados para quedar en la misma dirección que traía el atacante. De este modo queda la articulación de su codo totalmente extendida y bloqueada por nuestro cuerpo, y nuestro hombro más cercano a él encajado debajo de la articulación del hombro. Para proyectar sólo hay que adelantar un poco el cuerpo mientras se sigue manteniendo el brazo del oponente extendido, y "a volar, joven...". La caída es un mae-ukemi sencillo, siempre que no lleves demasiada inercia, no te pillen desprevenido, no te proyecten contra una pared o una criatura y sepas rodar un poquillo.


"Mamáaaaa, el de la falda m'ha pegaaaooooo..."

El caso es que, como nuestro tatami es estrecho y tienes que dejar sitio para que ruede el desdichado al que le toca soportarte con esa técnica, hay que ir acercándose a las paredes sucesivamente para dejar espacio libre a tu espalda donde lanzar sin miedo al uke. Por eso, cuando practico esto con alguien que cae bien, suelo andar detrás suya, mientras rueda, como acompañándolo para que no haya mucha pausa entre que se levanta y ataca de nuevo.

Tatuado es de los veteranos. Joven y flexible, un poco perrete de cuando en cuando, pero con estilo para rodar y resistencia para levantarse muchas veces (si está por la labor). Y una coleta rubia y rizada que le llega a media espalda.

La tragedia estaba servida. Una de las veces que lo proyecté, andando detrás suya mientras rodaba, mi pie izquierdo pisó su melena sin darse cuenta. Él tampoco lo notó. Por eso no pudo terminar el giro para incorporarse de nuevo. La inercia de la cabeza y mi peso sobre su mechón hicieron el resto.

El grito heló la sangre de todo el gimnasio. Luego la sangre volvió a fluir, porque nos estuvimos revolcando de risa un buen rato, mientras el pobre se agarraba la cabeza y gimoteaba algo así como "...daño, qué daño, qué daño...". El pobre mechón, rubio, rizado y muerto, se quedó en el suelo un rato, como la víctima inocente que era. Y yo supe cómo se siente un peluquero torpe una vez que pude parar de reirme a carcajadas, claro...

Tatuado no me odia por aquello. Creo que sabe que fue un accidente y que se quedó conforme con el ofrecimiento que le hice a modo de disculpa.

Le dije que él, en compensación, puede pisarme la coleta cuando quiera...

jueves, 13 de noviembre de 2008

No soy Sam

Mi reciente regreso a CiudadCueva ha tenido un buen montón de razones, tanto favorables como desfavorables, que han acabado escorando el fiel de la balanza hacia la vuelta al hogar abandonado temporalmente... Llevo por aquí un mes y pico ya y puedo decir que estoy bien contento con la decisión. Por ahora…

En la parte alta de la enorme pila de motivos para volver está el trabajo que me ofrecieron, claro. Básicamente implica adaptar un contenido (que ayudé a desarrollar antes de irme) a un recipiente nuevo que está aún por conocerse, pero al que ya se le intuyen las formas. Durante tres meses. Es una re-redacción de una estrategia para que cuadre con otra terminología, otros planteamientos y otras normas, e implica un buen montón de quebraderos de cabeza y giros argumentales para que cuadre todo donde tiene que cuadrar, más o menos.

Pero estoy teniendo un problema. Y es que no soy Sam Seaborn…

"...como vaya p'allá con esta, te vi'a dar una guantá que..."

Sam es el ayudante del Director de Comunicaciones del Presidente (de los USA). Trabaja en el Ala Oeste (de la Casa Blanca) y su función principal es escribir: discursos, informes políticos, cartas de condolencia, recursos legales, declaraciones televisivas, esemeses… Es tan listo como sus colegas-peces-gordos y más listo que todos los currifichantes que hay en su oficina y sus textos suelen ser la leche: precisos, afinados, claros, amenos y emocionantes. Siempre. En cualquier tema. Sin puntos débiles. Sin fallos…

Un cabronazo, vaya.

De todos los personajes, creo que Sam es (con Charlie, el asistente) el que menos me gusta. Si la serie fuera Friends, él sería Ross. No porque sea malo o porque sobre el personaje, que es cojonudo. Pero es que los otros son mejores… Pero no voy a hablar ahora de la serie, aunque me haya re-enganchao por la matraca que han dao en todos sitios con la elección de Obama. Y es que la Casa Blanca debería funcionar como esta gente: nadie dice tonterías aunque hablan a una velocidad inverosímil (si yo lo intentara: nudo en la lengua, seguro), saben infinitos datos irrelevantes como el que se aprende su propio número de teléfono (por más que a mí se me ha olvidao alguna que otra vez), son muy respetuosos con los adversarios, citan artículos, apartados, enmiendas y disposiciones de cien mil leyes como si no costara (¡me lo pido pa' mi oposición!), conocen a todo el mundo... Se nota que es una serie de la tele. De ciencia-ficción.

El caso es que Sam, desde mi situación y perspectiva actuales es un cabronazo.

Porque estoy enredado como el alambre de espino, tratando de escribir textos coherentes y claros con un tiempo y esfuerzo razonable, pero no estoy siendo capaz.

...que no soy Sam Seaborn, carajo...

lunes, 10 de noviembre de 2008

Cambio de destino

Hoy hace calor en La Jaula. Es una buena novedad porque el frío de los pies se iba acumulando sin remedio de un día detrás de otro. Una semana más y habría perdido algún dedo por congelación. Pero ahora se está aquí como en un atardecer de primavera: aire templado, luz tenue, tranquilidad en el ambiente y los reflejos verdosos que no vienen de un campo de cesped ni de hojas nuevas sino del tono que le dan las cámaras de seguridad a las imágenes en los monitores que vigila una hora tras otra.

Lleva un mes destinado aquí. En La Jaula. El cuartito de vigilancia donde está instalado el sistema de control de cámaras exteriores e interiores del Complejo Vida.

"¿Dónde carajo habré dejao el mando a distancia?"

Tenía claro que, de entre todos los trabajos que un segurata puede tener en este complejo, el de control de cámaras es el que siempre intentaría evitar. A ver, no está mal del todo, pero hay trabajos mejores que hacer, más activos, más reconfortantes, más satisfactorios... Es mucho mejor estar en el mostrador en recepción y saludar con una sonrisa a la gente que ver cómo entran desde una vista cenital. Es mucho más activo hacer la ronda de comprobación por todo el complejo y compartir el espacio con los "dueños" de ese espacio que pasar de un sitio a otro con un click del ratón. Es mucho más reconfortante estar pendiente de lo que pasa y echar una mano cuando hace falta una mano más que comprobar con un acceso remoto cómo otros echan una mano si es necesario...

Hay que tener cuidado con La Jaula, porque engancha. Es un entorno cómodo, seguro, tranquilo y descansado. Además implica un trabajo fácil de hacer (aunque un poco coñazo al cabo de un rato) que puede convencerte de que estás cumpliendo todas tus metas porque crees que lo tienes todo bajo tu control (...el Ojo del Gran Hermano que Siempre te Vigila, desde 1984, jodido Orwell). Y ya no necesitas nada más: con una silla cómoda, una pantalla y varias docenas de cámaras repartidas por el Complejo te crees que estás dominando el C. Vida completamente.

Lo que pasa es que no es cierto, claro. Ya lo ha experimentado otras veces, después de currar en La Jaula una temporada y volver al "mundo exterior": la alegría vital de implicarte y mancharte las botas de barro (figurada y literalmente) no se puede comparar con mil días delante de una manada de teles obedientes. Las agujetas del final de un día de ronda. El saber el nombre de la gente que llega antes a currar (o que llega tarde, que también hay). El saberte parte activa de la vida de otras personas funciona mejor para estar contento que el voyeurismo por muy "de seguridad" que sea.

Así que toca cambio: "¿Jefe? Sí, buenos días. Necesito un cambio de destino. Quiero dejar el control de cámaras un tiempo... Bien, mañana a recepción. Allí estaré, muchas gracias...".

P.D.: Vaaale, por si hemos perdido costumbre, voy a explicar la chorri-metáfora. Visto de manera superficial: es hora de dejar de ser un simple lector en internele (que mira que hay cosas que leer). Vuelvo al lío (relativo) de participar activamente escribiendo chorradas por aquí de vez en cuando. Cualquier motivación más profunda también puede tener sentido, por supuesto, pero vayamos poco a poco, ¿no?