viernes, 8 de enero de 2010

De vuelta a ella

El primer contacto de mi piel con su superficie, fría y flexible, me trajo un escalofrío y el recuerdo de muchas otras veces anteriores, esas de las que tanto tiempo hace ya. Por fin, un año después, volvía a tocarla.

Al principio me manejé con prudencia, con la inseguridad difusa que trae el temor a hacer y hacerme daño, pero rápidamente volvieron las sensaciones conocidas de los roces a través de la tela y la piel, del deslizar suave de las manos sobre el contorno, de los movimientos acompasados entre ambos, casi automatizados a fuerza de costumbre y práctica. Movimientos lentos, cuidadosos, medidos sobre su tacto firme pero acogedor, que cede blandamente en apariencia pero esconde la solidez de los materiales inmutables que sostienen el mundo. Y también, por supuesto, han vuelto los contactos bruscos, rápidos y repentinos, casi violentos en ocasiones, cuando mi cuerpo y su física se imponía frente al dictado de una mente abrumada de emociones y recuerdos.

He vuelto a saltar y sudar sobre ella, a acariciarla, a rodar sin control, a apoyar en ella mis mejillas, a sentir sus arañazos, a deslizarme, a palmear con cuidado para amortiguar, a recuperar el aliento descansando sobre ella, a temer las consecuencias que todo esto traerá mañana, a disfrutrarla y a intentar aprenderlo todo en ella...

He vuelto a la superficie de un tatami, a entrenar aikido... y no tienes una idea de cuánto la echaba de menos...

P.D. Y sí, cuando acabé la sesión de ayer me hubiera cortao con gusto las dos piernas justo por encima de las rodillas y creo que las agujetas están viniendo ya... pero que me quiten lo "caído", oiga...

1 comentario:

Cincibastro dijo...

Lo mejor es poder hacerle luego Aikidones a los expatriados de PortPlain.

Te huye en el tatami la peña con pelo largo?